El 14 de junio de
1912 se producía en Madrid un estreno muy sonado, Las hazañas de Juanillo el de Molares; un pequeño entremés cómico
de los hermanos Álvarez Quintero, en el que un joven molareño cuenta a su novia
sus fabulosas aventuras en la guerra de África.
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Portada de la primera edición (1912) |
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La razón de tan
pomposo estreno tiene su origen unos años atrás, y se enmarca en la política colonial en el norte de
África. A
comienzos del siglo XX España había perdido casi todas sus colonias históricas,
pero entonces comenzó a volcarse con Francia en el reparto territorial del
sultanato de Marruecos. Este intervencionismo provocó repetidos problemas con la población
local, y en 1909 un enfrentamiento con las tribus rifeñas motivó la
movilización de 40.000 soldados españoles, entre ellos algunos molareños. Esta
guerra no sentó bien a buena parte de la población, pues se reclutó a gente de
la reserva mientras los hijos de los ricos se libraban, pagando, del servicio
militar. El gobierno era consciente de la impopularidad de esta política, y no
perdía ocasión para hacer propaganda de los valores patrióticos y el sacrificio
de la intervención. La más importante se le presentó con la muerte del cabo Noval, en septiembre de 1909. Durante una incursión enemiga en el campamento
español del Zoco del Had, los rifeños lograron provocar la confusión haciéndose
pasar por españoles. El cabo Noval, próximo a ellos, se dio cuenta del engaño,
y al ver que sus compañeros bajaban la guardia gritó: “¡Siga el fuego que son
ellos!”. En el cruce de disparos murió también el cabo. Según otra versión más legendaria, este
militar fue apresado por los rifeños y luego obligado a entrar como cebo en el
campamento español. El cabo lo hizo, pero al ver que sus compañeros bajaban la
guardia a su entrada, comenzó a gritar: “¡Tirar, que vengo entre moros!”, y se
produjo la refriega en la que murió el heroico cabo.
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Monumento al Cabo Noval en los jardines de la Plaza de Oriente (Madrid) |
Tratado como héroe
de guerra, se le ofrecieron multitud de homenajes. Con el objeto de reunir
fondos para erigir un monumento en su honor, a comienzos de 1910 se constituyó en
Madrid una “Junta de Señoras” formada por mujeres de la aristocracia, entre las
que se encontraban la escritora Emilia Pardo Bazán y la Marquesa de Squilache.
El monumento, obra del escultor valenciano Mariano Benlliure, se instaló en los
jardines de la Plaza de Oriente de Madrid, y se inauguró el 8 de junio de 1912.
Para terminar de sufragar los gastos, la Marquesa de Squilache convocó una
fiesta literaria benéfica en su palacio de Villahermosa (actual Museo Thyssen-Bornemisza)
para el viernes siguiente, 14 de junio, con un programa compuesto casi en su
totalidad para esa función. Acudieron más de 600 personas, procedentes de la
alta sociedad y de la política española. Incluso el rey Alfonso XIII y el resto
de la familia real estuvieron presentes.
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Ricardo Simó-Raso (Juanillo) |
La velada comenzó con la pieza teatral El baile de la embajada, de Manuel Linares Rivas, interpretada por Loreto Prado y Enrique Chicote. A continuación,
Jacinto Benavente leyó un discurso. Luego se estrenó Las hazañas de Juanillo el de Molares, de los hermanos Álvarez
Quintero, con Rosario Toscano en el papel de Maruja y el actor y director
teatral Ricardo Simó-Raso en el papel de Juanillo. Además, se dio otra pieza
anterior de los Quintero, Los chorros del
oro. Finalmente, los actores italianos Starace y Sainati representaron Calvario.
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Rosario Toscano (Maruja) |
La fiesta fue todo
un éxito. A partir del sábado, Juanillo
el de Molares se comenzó a representar con los mismos actores para el
público general en el teatro Cervantes, como entremés de piezas mayores. Allí
estuvo en cartel al menos hasta finales de 1913. Desde entonces, la obra se ha
representado intermitentemente hasta nuestros días. En
1913 la encontramos en el Gran Teatro Español de Barcelona; en abril de 1916 se
volvió a estrenar otra vez en Madrid, y unos años más tarde, en 1921, fue de
nuevo utilizada en una función benéfica para los heridos en Melilla. En junio de 1930, finalizando
la Exposición Iberoamericana de Sevilla, dos niños la
representaron para una fiesta escolar en el Pabellón de México.
En Los Molares también se
ha interpretado algunas veces, aunque no es demasiado conocida. El teatro de
los hermanos Álvarez Quintero va pasando de moda en nuestros tiempos, ya que
representa una visión idealizada e idílica de la sencillez y chispa andaluzas.
Pero al margen de ello, no debemos llevarnos a engaño. Las hazañas de Juanillo el de Molares no encarna a un molareño
exagerado y presumido, aunque sea éste el fundamental valor cómico de la obra.
Tras las fantasías de Juanillo se encuentra la necesidad de evadirse de las
penalidades del frente de batalla, y sobre todo, no preocupar a sus seres
queridos, como declara al público en su intervención final:
“Por la mujé der Sí Campiadó no se cambia eya con este novio. Más tonta es que Pinito: se cree to lo que yo le cuento. Y me alegro. Así no se entera de lo malo. ¿Qué vi a contarle? ¿Las penas e la guerra? ¿Lo que le entra a uno cuando ve caé a su lao a un compañero? ¡Eso se quea pa mí! Vengan unas parmitas pa eya, otras pa un servidó, la voluntá de tos pa que güervan pronto los que ayí están... y de lo más sano der corasón un recuerdo de siempre pa los que ayí se quearon por siempre. Lo píe Juaniyo er de Molares.”
Ezequiel Gómez Murga
Pablo J. Ramírez Moreno
José Antonio Alcántara
Castillo
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